viernes, 28 de marzo de 2008

-Necrópolis de Revenga.



Casi en el centro del Comunero de Revenga, histórico territorio de unas 150 hectáreas de
extensión situado en las boscosas inmediaciones del río Torralba, se localiza la impresionante
necrópolis altomedieval de Revenga.
El lugar debió de ser una aldea de ganaderos y pastores, que complementaban su
subsistencia cazando en los ricos bosques de los alrededores. Se cree que la población se instaló
aquí hacia finales del siglo IX y que su permanencia en el lugar fue prolongada, como nos indica el elevado número de tumbas. Posiblemente, su abandono se produjo a finales del siglo X, por la posibilidad de ocupar tierras más propicias.

La necrópolis rupestre tiene una superficie estimada de 2000 m2 ( 50 m x 40 m), y en ella se han documentado 139 sepulturas de tamaños muy variados y con orientación E-O. El tipo más habitual de enterramiento es el de tumba antropomorfa (84) y en menor medida el de bañera y amigdaloide (49), que parecen estar destinadas a enterramientos o infantiles o femeninos. Por otra parte, son ocasionales las tumbas de planta trapezoidal, con cabecera en arco de herradura y base de forma redondeada.
En cuanto a la distribución de las tumbas, se observan con cierta regularidad las agrupaciones familiares. Durante la excavación no se localizaron hallazgos de consideración ( ni restos de ajuares, ni otros elementos significativos), tan sólo algunos fragmentos cerámicos sin un contexto preciso.
La necrópolis no está excavada totalmente conservándose intacta una parte significativa de las misma, tanto en su borde oriental – entre el roquedo y la pista forestal- como entre los afloramientos situados al O del área excavada.

Al igual que ocurre en la cercana necrópolis de Cuyacabras, el asentamiento giraba alrededor de una superficie rocosa sobre la que se levantaba la iglesia y en la que se excavaron las tumbas de la necrópolis. La iglesia tiene planta alargada con marcado ábside. En el centro, muestra una
concavidad que, con toda seguridad, funcionaba como lugar de bautismo de los fieles.

Las improntas conservadas sobre la superficie rocosa – marcas de piqueteado- permiten intuir un pequeño edificio compuesto por una nave rectangular ( 7,65 m x 5,52 m) y una ábside ligeramente cuadrado ( 2,42 m x 2,16 m), con una orientación NE-SO; presenta restos de un iconostasis y de un posible baptisterio situado en el centro de la nave. Su estructura denota varias fases constructivas, correspondiendo a la última un atrio cubierto que protegería la entrada al edificio en el flanco S, del que se conservan las improntas correspondientes a los postes. En este ámbito se documentan diversas insculturas de cronología medieval, que por su posición están relacionadas con el primer edificio, y que tras las ampliaciones de las fases posteriores quedaron ocultas.

Los restos de estructuras del hábitat pudieran encontrarse en la explanada que se abre inmediatamente al N de la necrópolis, si bien no se puede precisar este aspecto a falta de una documentación arqueológica más intensiva.
A partir de las investigaciones, A. Del Castillo interpretó que la necrópolis permaneció vigente a lo largo de un periodo relativamente largo, en el que podrían haberse sucedido de cuatro a seis generaciones. Su deducción se asienta en las pequeñas dimensiones que debió tener el asentamiento y en las diferencias observadas entre las sepulturas de los sectores más cercanos a la iglesia y las más alejados.

Además, puntualizó que se hábitat parece semidisperso y abierto por lo que no pudo existir ninguna agrupación, sino más bien un régimen de caseríos, articulados en torno a un sencillo edificio religioso. El asentamiento, que en origen pudo ser temporal, debió acoger a una comunidad dedicada preferentemente a la actividad ganadera. Las causas de la temprana deserción de este emplazamiento son desconocidas, pero afectan por igual a todo el valle, pues un proceso similar se constata en otros yacimientos de la zona (Cuyacabras)
Su proximidad a los yacimientos como Cuyacabras, Cueva Andrés o Las Cercas, nos lleva a plantear la posible coetaneidad de todos ellos, formando parte de un mismo fenómeno o proceso histórico.

Hay que destacar la presencia de una serie de insculturas de procedencia desconocida en lo que fue el atrio de la iglesia. Entre las mismas se pueden observar tres manos izquierdas grabadas con la palma hacia abajo, una figura demoníaca y una escena fálica.
Por último, hay que hacer referencia a la existencia de unas icnitas o huellas fósiles de un gran dinosaurio terópodo, que vivió en la zona hace 128 millones de años, cuando el lugar era el borde de una somera ciénaga cretácica.

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