miércoles, 30 de enero de 2008

-Los visigodos en Burgos.


---Tras las invasiones de pueblos bárbaros procedentes de centroeuropa a partir del año 409, no sera hasta el reinado del rey godo Leovigildo cuando se va a producir la plena integración de los territorios peninsulares bajo el poder visigodo.

Así, el año 574, Leovigildo ocupa la ciudad de Amaya, sometiendo a los pobladores montañeses del norte, que tras la caida del periodo romano habían vuelto a sus antiguos castros. Desde entonces se crearía el Ducado de Cantabria, con capital en la propia Amaya.
Los montañeses parece que se vincularon rápidamente a las iniciativas políticas del estado visigodo, asimilando cambios sociales tan importantes como la idea de “comunidad de aldea”. Esto es, el cambio a la propiedad particular, el definitivo sedentarismo, la explotación familiar de la tierra, los concejos vecinales y el definitivo predominio del cristianismo con el asentamiento de clérigos estables en el territorio.

Parece que en territorio burgalés, los principales asentamientos visigodos se situaban en la zona oriental, sobre todo en zonas bien protegidas, como San Felices de Oca, San Vicente del Valle, Santo Domingo de Silos, La Yecla, Barbadillo del Mercado, Quitanilla de las Viñas, Rupelo, Clunia, Hinojar del Rey, Castrillo del Val y Lara de los Infantes.
En el norte de la provincia serían puntos de reunión de guerreros y puntas de lanza de evangelización sobre los territorios más norteños, como Amaya, Castrosiero, Mijangos y San Millán de San Zadornil.

Es en este periodo cuando se produce la fundación de la sede episcopal de Oca y tal vez la posible diócesis de Amaya, de monasterios en Cillaperlata, Pampliega y tal vez en Silos, y la construcción de las basílicas de Santa María de Mijangos y Santa María de Quintanilla de las Viñas.

Con la entrada de las tropas musulmanas de Tarik en 711, se produce la desmembración del reino visigodo. Tarik toma Amaya, Mave, Oca, Briviesca y Pancorbo. Aunque aparentemente se mantiene el sistema administrativo visigodo, los antiguos castros se reconstruyen y se transforman en castillos y se respalda la unidad cristiana del territorio. La población se resguarda en las zonas montañosas del norte, modelándose un sistema de “Señor” titular de grandes propiedades colectivas y que protege a sus aldeanos de los ataques externos. En este territorio florecen cenobios como los de San Emeterio y San Celedonio de Taranco, Santa María de Valpuesta, San Román de Torillas y San Martín de Herrán.

Debido a esta nueva estructuración del territorio cristiano, se empezarán a producir las famosas y terribles aceifas para frenar su articulación y progresión. Ello dará lugar a dos siglos de luchas, hambre, penalidades y un afán de supervivencia que llevará poco a poco a la recuperación del espíritu del antiguo reino visigodo. Pero esa es otra historia…

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