martes, 22 de enero de 2008

-Espinosa de los Monteros




Espinosa de los Monteros está enclavada en el extremo noroeste de la provincia de Burgos, a los pies de los Montes de Valnera. Dentro del municipio se localiza la singular subcomarca de Las Machorras, un territorio muy quebrado formado por los cuatro ríos pasiegos burgaleses: Trueba, Lunada, Rioseco y La Sía y en los que se alternan pastizales, bosques de pinos, hayas y robles y altas paredes rocosas.

Su fundación pertenece a los primitivos pobladores celtas de la península, 800 años a. C. y a la que parece llamaron Velliga. Será una zona de paso entre las vías que enlazaban la meseta con el Cantábrico. La conquista que los romanos hicieron de la Península Ibérica encontró fuerte resistencia en los Cántabros que habitaban éste territorio.
La invasión visigoda desemboca, en tiempos del rey Atanagildo (año 554), en una terrible batalla con el ejército romano, con derrota de estos últimos, y posterior destrucción de todo vestigio de construcciones de la etapa romana. Entre los años 600 y 700 los nuevos pobladores godos fueron creando pequeñas aldeas: Santotis, Nestedo, San Miguel, Villaverde; Santiago, Santuyán, San Pedro de Tasugueras y San Juan. A todas juntas se les llamó Val de Espina, y más adelante Val de Espinosa, por los muchos espinos que había en la zona.
Algunos escritores de ésta época dirían que: “...esta fue ciudad episcopal con diversos obispos y el martirio de tres de ellos: San Felix, San Martín y San Urbilio, este último en el año 97 de nuestra era.

Ya en el año 800 el abad Vitulo ocupó estas tierras y el núcleo es citado en el año 816. La zona alta de Castilla fue repoblada además de con cántabros con muchos vascongados y navarros, a la par de mozárabes.
A partir del siglo XII, pero más intensamente en el siglo XIII, la nueva coyuntura económica abre unas expectativas mejores para estas tierras. Las rutas mercantiles que, partiendo de Burgos u otros lugares se dirigen hacia los puertos cantábricos, verán llenar los caminos de esta tierra de “recuas de caballerías mayores o menores”. Es un camino de ida y vuelta. Ello supone una nueva fuente de ingresos y apertura hacia el exterior: sur o Países Bajos. Esto tendrá una influencia notable en la arquitectura.

A comienzos del siglo XI el pueblo ya se encontraba, en parte, entre las posesiones del monasterio de Oña, por estar incluido entre las donaciones que se hicieron para su fundación. En esta zona se libran diversas contiendas entre los resistentes cristianos del norte peninsular y los invasores, destacando los espinosiegos en la defensa de su población. La victoria de los vecinos de Espinosa quedó reflejada en su escudo, en el que aparece un escudo de oro y en él un espino verde con majuelas coloradas y tronco pardillo, lo que se añadió al castillo que ya antes aparecía. Pese a la victoria, esta zona será tierra de frontera y permanecerá, por tanto, prácticamente despoblada. Y nuevamente será atacada y asolada, esta vez hacia el año 920.

Ese apelativo de los Monteros proviene del año 1.006, cuando fue la lealtad de un espinosiego la razón por la que el Conde de Castilla, Sancho García, salvó su vida. El Conde creó un Cuerpo especial de Monteros de Cámara, integrado exclusivamente por hijos del pueblo de Espinosa, encargados de la guardia personal de los condes y, más tarde, de los reyes de Castilla y luego de España.

Con la conquista de América partieron hacia el nuevo continente muchos espinosiegos. Entre todos ellos cabe destacar Juan de Salazar de Espinosa de los Monteros, el fundador de Asunción, capital de Paraguay.
La participación de Espinosa en la historia de España no queda aquí, siendo otros los episodios en los que tuvo un papel protagonista. Las velas de la Armada de Inglaterra -la tristemente famosa Invencible- fueron confeccionadas por vecinos de la villa y, en 1808 se produjo aquí una cruenta batalla, en la que las tropas españolas fueron derrotadas por las francesas.

Espinosa de los Monteros tiene un trazado irregular, con numerosos palacios, casonas y torres. La mayoría de estas construcciones provienen de la Baja Edad Media y de la época Moderna. Entre ellas destaca el castillo de los Velasco que fue construido en la segunda mitad del siglo XVI.De la misma época es la torre de Valanto o torre de los Monteros. En el centro de la población destaca el Palacio del Marqués de Chiloeches, de comienzos del siglo XVII, portador de un grandioso escudo de los Zorrilla. También son dignos de mención el Palacio de Cuevas de Velasco, la Casa fuerte de los Carrillo del Hoyo, la casa de los Cantimplor, el palacio del Marqués de Legarda (siglos XV-XVI), la torre de los Fernández Villa y la mansión de los Marcide (siglo XVI), con fachada blasonada.

En la Plaza Mayor se levanta la iglesia de Santa Cecilia. Es un edificio renacentista, del siglo XVI. Otras dos iglesias destacan en la localidad. La de santa María de Berrueza, reconstruida en el siglo XVIII y presidida por un gran baldaquino barroco, y la de San Nicolás, con su impresionante retablo tardo-gótico de fray Alonso de Zamora. Y junto a las construcciones vinculadas a la “arquitectura culta” encontramos casas populares, cuyas fachadas tienen uno o dos niveles de solanas, de clara influencia cántabra, en su mayoría construidas en el siglo XIX.

En 1501 se concede a la Villa el priviliegio de celebrar mercado todos los martes. Desde tiempos lejanos la villa ha sido el centro comercial por excelencia de toda la zona pasiega burgalesa. La mantequilla, los quesos, las quesadas y los sobaos, junto con la leche y el ganado, eran traídos por los pasiegos a Espinosa para su venta.

El paso de las tropas napoleónicas a principios del siglo XIX, dejó una gran huella: la batalla de Espinosa, ganada por el ejercito francés. Además supuso para la Villa una gran pérdida de obras de arte, archivos y documentación.

Por su calidad paisajística, patrimonial y etnológica, Espinosa constituye un enclave turístico fundamental en el norte de la provincia de Burgos, en cuyas calles aún puede sentirse el trasiego de pasiegos y el eco de los Monteros.

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